lunes, 11 de julio de 2011

Bolsas de aire (un pequeño cuento)

¿No hubieron bolsas de aire y esas cosas? Preguntó ella en tono sarcástico mientras tomaba su café sin mayor preocupación.

-No-, le contesté y seguí leyendo el periódico.

Pero es que una escucha cada cosa de los aviones que ya da miedo subirse a ellos últimamente; si no me entero de que se cayó uno en Asia, me entero de que otro explotó en algún lugar de Europa justo antes de aterrizar, y si no simplemente, que ya fue secuestrado otro por los talibanes y lo fueron a estrellar contra el primer anuncio de mac donald's que encontraron, ya no es seguro viajar en avión en estos tiempos. Yo viajo en avión solo porque me lo paga la compañía, sino ni de loca me subía a una de esas cosas -siguió hablando- ¿a usted no le dan miedo los aviones? Por que fíjese que una vez me tocó sentarme a lado de un tipo que mientras el avión despegaba se puso a llorar como niño chiquito, ya no sabía si reirme o de plano cambiarme de lugar. Pero bueno, me dice usted que su vuelo estuvo tranquilo ¿o no?

-Si, muy tranquilo-, asentí con la mirada mientras cerraba mi mochila.

¿Qué ya se va? ¿No me dijo que su siguiente vuelo salía dentro de dos horas? Siempre me pasa lo mismo, cuando encuentro a alguien con quien platicar el tiempo vuela literalmente. ¡Y a mi que no me gusta volar! ¡¡Jajaja!!

-Jeje, si suele pasar-, dije casi entre dientes tratando de disimular el mal humor que ya me había causado.

¿A qué sala va ahora? Talvés sea la misma que la mía y podemos seguir platicando otro rato antes de que cada quién se suba a su vuelo.

-De hecho tengo que ir a checar eso justamente, creo que hay un error en mi pase de abordar- dije apresuradamente mientras me levantaba de la silla del café en donde estaba.

¿Ya ve? ¡Ya ni en eso se puede confiar ahora! Lo entiendo, una vez me pasó que me dieron un pase de abordar equivocado y ya cuando estaba por abordar el avión me di cuenta de que el vuelo iba a un lugar totalmente diferente de mi destino, ¡imagínese el oso que iba a hacer si me subía! Finalmente no estuvo tan trágico, me cambiaron el pase de abordar y tomé el siguiente vuelo, pero ¡ah cómo se equivocan las aerolíneas! Digo -pausó mientras buscaba su celular dentro de su bolsa- una entiende, todos somos humanos y por más tecnología que haya detrás de todo esto, son personas como usted o como yo quienes manejan todo. Si no, los aviones nunca se caerían. ¿O usted que opina? - Suspiró mientras tecleaba insistentemente los botones de su celular-

-Si, pues solo somos humanos- le contesté y dejé el dinero que pagaba mi café más un estricto diez porciento de propina sobre la barra.

¡Ash, es un maldito correo de voz! ¿No le molesta ver el ícono en su celular y que nunca dejen recado? Mi hija es especialista en hacerme eso, ya le he dicho cientos de veces que si ya entró el buzón, que por lo menos me deje un recado de "hola" o ¡qué se yo! Pero que no cuelgue. ¿Usted tiene hijos?

-Me encantaría quedarme a platicar otro rato, pero ya ve lo de mi pase de abordar- le contesté mientras finalmente daba un paso fuera del local.

¡Ay pues que a gusto se platica con usted! ¡Que tenga buen vuelo, sin bolsas de aire y esas cosas!

-Gracias, igualmente- dije mientras me despedía con la mirada. Me fue muy difícil ese último gesto pues ya estaba de muy mal humor. Yo lo único que quería era relajarme antes de otro maldito vuelo de más de 3 horas y me encuentro a esta señora que no hizo mas que ponerme los nervios de punta, pero bueno ella no sabe que me dan pánico los aviones y que en efecto: odio volar.

viernes, 1 de abril de 2011

Sin aliento

Esta soledad me está matando lentamente, cada día que pasa siento menos y menos fuerzas para continuar. Muchos sentimientos encontrados se funden en un sin fin de melancolías, recuerdos, añoranzas, sabores. Odio esto, quiero que termine de una vez, estoy cansado de reprimir las lágrimas, todo se mueve, todo pasa. "Estar sin estar" eso es lo que tengo que aprender a hacer.

El sol ya no brilla de la misma manera, los días son grises y sin color. El aire no refresca, el sol no calienta mi ánimo, la compañía no me acompaña, la sangre no me hace vivir más...

¿Ánimo? Ya no se si esa palabra tiene algún sentido para mí.

¿Vida? ¿Qué es la vida si no se tiene lo que uno desea?

¡Dios! Muéstrame el camino. Solo Tú tienes palabras de vida eterna.

martes, 15 de febrero de 2011

Lento

¿Cuánto tiempo durará esta espera? Dime ¿cuánto?
¡¡Te odio tiempo, a ti y a tu maldita relatividad!!
Dime ¿cuánto tiempo más tendré que aguantar?
Por ahora no tengo nada, mas que a ti.
Solo a ti.

viernes, 11 de febrero de 2011

Hoy comenzaron

Ella, pequeña de tes morena.
Él, mediano de tes más oscura que ella.

Durante más de una hora estuvieron platicando frente a frente. El escenario: un par de cafés, una mesa, dos sillas, y todo lo que puede haber en una de esas tiendas especializadas en vender café.

Ella, con un saco, debajo una blusa y más abajo una falda a las rodillas que cuando se sentaba subía un poco de nivel.
Él, con un pantalón claro, una playera y un suéter que nunca se puso.

Poco a poco su plática los iba envolviendo más y más, los ojos de ella se fueron encendiendo mientras la plática avanzaba. Él, cada vez más cerca de ella hasta el punto de ya no estar de frente sino casi hombro a hombro.

De momento, él se levantó al baño y ella se quedó sola entre las miradas ajenas que atestiguaban el encuentro; a su regreso ella fue la que lo dejó solo por unos momentos.

Todos fuimos testigos del beso que ella le dió por la espalda cuando regresó. Después de ese momento, sus ojos se llenaron de cierto brillo que antes no tenían. Parecía como si por alguna razón, lo que sucedía la emocionaba al grado de mostrarlo en esa mirada.

Hubo un espacio de tiempo, intercambiaron las miradas largamente, y de repente poco a poco sus bocas cerraron la distancia que las separaba por primera vez.

Beso.

Y luego una serie de ellos, largos, cortos, medianos, de frente, de lado, con sonrisa en medio, con suspiros y silencios.

Ella, sosteniendo la mano de él sobre su regazo.
Él, aventurando su mano hacia sus piernas con decencia y lentitud.
Ella, que al principio quitaba su mano amorosamente.
Ella, que poco después aceptaba sus caricias sin miedo.
Él, que no dejaba de besarla.
Ella, que pronunció su escote unos centímetros más.

Parecía que estaban solos, y de alguna manera si lo estaban. Solos en el beso que construyeron para ellos, solos en ese lugar lleno de gente indiferente a sus besos y a su naciente romance.

No hubo duda de que eso fue un principio, nadie lo notó. Pero lo fue.

Hoy, ellos comenzaron.