viernes, 18 de mayo de 2012

...recuerdo


Recuerdo cuando él se convirtió en uno de mis primeros grandes amigos.

Recuerdo cuando tocábamos la guitarra sentados en la escalera del CFI, en la Jordana, en mi casa, en su casa, en el camión, en la iglesia, en algún salón, en alguna otra casa, en las fogatas, en los cuartos, en las tardes, por las mañanas en las noches, en tantos momentos.

Recuerdo cuando hicimos miles de plumillas con tarjetas ladatel, recuerdo que yo siempre las perdía y él siempre me prestaba más.

Recuerdo cuando fuimos a vender "espejitos" para despedir al Papa, nadie nos compró, pero nos divertimos muchísimo.

Recuerdo todas las bromas estúpidas de las que nos reíamos. Los albures, las bromas simples, las pesadas, las de carrilla para alguien más, las infantiles, las locales, los chistes del rey chiquito.

Recuerdo cuando intentamos componer una canción y mientras tanto comimos doritos con frijoles de lata fríos.

Recuerdo cuando lo conocí hablando de Dios, y lo mucho que me inspiró a conocerle.

Recuerdo cuando nos disfrazamos, él por supuesto del hombre araña.

Recuerdo las miles de tazas de café que compartimos. Las cientos de horas que pasamos en un sanborns o un vips.

Recuerdo la noche en "la leonera" y su apócrifa anécdota de que él fue el primero en darme una cerveza.

Recuerdo la tarde en que manejamos a la Jordana y llovió. Ese ha sido uno de los mejores días de mi vida.

Recuerdo cuando arreglamos algunos carros, unos no muy ortodóxamente, pero nadie se quejó.

Recuerdo sus frases, "es cuestión de ver", que una persona así difícilmente se olvida.

Recuerdo cuando contábamos una y mil veces más la misma anécdota y nos reíamos como si hubiera pasado el día anterior.

Recuerdo cuando me acompañó a dejar nuestro carro a Xalapa, él no soportaba el desodorante y yo llené el carro de axe porque olía a cigarro.

Recuerdo cuando le pedí ser mi padrino de confirmación, y las bromas que hicimos antes de que llegara el momento.

Recuerdo las noches tronando cuetes, cuidando mocosos de prepa, tomando un whisky, escuchando blues, platicando, riendo, llorando, trabajando, tantas cosas.

Recuerdo sus interminables consejos, su manera muy particular de decir las cosas y la necedad que nos hacía tan similares.

Recuerdo cuando me invitó a su boda, cuando me dijo lo importante que era que yo fuera, y cuando le dije que por nada del mundo me la perdería. Recuerdo que esa noche bailamos hasta no sentir los pies, nos reímos mucho, nos abrazamos, vivimos simplemente el momento.

Recuerdo cuando nació su hija, cuando la conocí, cuando vi lo mucho que se parecía a él, cuando la bautizó junto con su esposa y cuando le enseñaba meses después a decir mi nombre.

Recuerdo cuando llegaba a las juntas de retiros, con la mochila medio abierta y el cuaderno deshojado.

Recuerdo cuando jugamos beisbol una sola vez. Y las centenas de veces que jugamos halo con las "garbanzers" y "las niñas".

Recuerdo cuado me acompañó a sacar mi ife, a recoger mis tortugas (con todo y la anécdota de que existen psicólogos para tortugas), a ver papeles en la universidad, a muchas cosas y lugares.

Recuerdo cuando fuimos a tocar en la misa de la primera comunión de uno de mis hermanos, cuando mi mamá finalmente lo conoció.

Recuerdo cuando me daba consejos, muchas veces los mismos. Cuando me decía que me quería e inmediatamente me pregutaba que si yo lo sabía.

Recuerdo la noche que me despedí de él en su portón... nunca me hubiera imaginado que esa sería la última vez.

Recuerdo los mensajes en la madrugada, la llamada, la parálisis que se apoderó de mi, la idea de negarlo y querer volver a dormir.

Recuerdo la maldita luz que entraba por la ventana de mi cuarto, recuerdo el aire y la sensación de que algo estaba muy mal, de que algo se había desacomodado para siempre.

Recuerdo cuando llegué al hospital, cuando quise entrar a verle, cuando lo ví.

Recuerdo que nunca había llorado tanto en un día, recuerdo todo lo demás como un sueño.

Recuerdo el lugar en donde lo despedimos. Recuerdo que todos mis amigos estuvieron ahí, mi novia, mi papá, gente que no conocía, gente que lloraba, gente que simplemente acompañaba a más gente, gente que iba y venía, gente que llegaba y saludaba, gente que se despedía y partía, gente y más gente.

Recuerdo la lluvia de esa tarde y la insportable concidencia del lugar en donde habrían de depositarle.

Recuerdo los pasos que dí hacia el altar y la sensación de que mis piernas no podían caminar, recuerdo que apretaba los puños y caminaba a ciegas. Recuerdo muchas palmadas en la espalda, muchos abrazos, mucho llanto, mucha pena, mucho amor.

Recuerdo que él se convirtió en uno de mis mejores amigos desde hace mucho tiempo. Nunca dejará de serlo, nunca dejaré de quererle, nunca le olvidaré.

A veces, olvido que él ya no está, pero luego el recuerdo regresa a mi mente y me entristece.

Siempre seremos amigos, él en cielo y yo aquí. Pero algún día, si Dios quiere, nos volveremos a ver.

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